lunes, 30 de junio de 2014

X CONGRESO AAFi: FILOSOFÍA EN TIEMPOS DE CRISIS



http://filosofiaentiempodecrisis.wordpress.com/

Estimados amigos y amigas:

Os escribo para avisaros de que el próximo mes de SEPTIEMBRE (12, 13 y 14) celebraremos en Sevilla el X CONGRESO DE FILOSOFÍA DE LA AAFi que se llamará FILOSOFÍA EN TIEMPOS DE CRISIS y en el que participarán importantes personalidades del mundo filosófico (comoSavater o Escohotado) así como de la política (Pimentel) y de la educación y la economía (Ver tríptico adjunto).

Sería estupendo poder contar con vuestra presencia. Toda la información y la inscripción podéis obtenerla en: http://filosofiaentiempodecrisis.wordpress.com/  

El lugar del congreso será LA CASA DE LA PROVINCIA (Diputación de Sevilla). Habrá mesas redondas dedicadas a Filosofía y crisis política, Filosofía y crisis económica, Filosofía y crisis social y Filosofía y crisis educativa en la que dos o tres ponentes abrirán un debate que, seguro, suscitará gran interés y moverá al diálogo filosófico. Realizaremos una jornada de "vino filosófico" la noche del sábado 13 en La Carbonería y muchas otras actividades de interés filosófico.

No faltéis. La Filosofía tiene mucho que decir en los tiempos que corren.

Un abrazo a todos/as.

Os pido un favor: reenviad este correo a todos aquellos de vuestros contactos que creáis que podrían estar interesados en asistir a un congreso de este tipo. 
Gracias.

miércoles, 4 de junio de 2014

¿POR QUÉ LA MONARQUÍA?

Estimados amigos,
os copio un artículo que escribí a finales del año pasado y que ahora creo que viene muy a cuento de la actualidad política española. A ver qué os parece.
¿POR QUÉ LA MONARQUÍA?
Los filósofos trabajamos con ideas, lo cual no tiene por qué implicar que seamos siempre idealistas o utópicos. La filosofía política se distingue muchas veces de la política misma en la medida en que plantea cómo deberían ser las sociedades, las leyes o la misma justicia desde una perspectiva puramente racional marcando ideales y marcos conceptuales a los que deberíamos tender. Sin embargo, no siempre fue así. Este año del quinto centenario de la publicación de la obra de Maquiavelo, El Príncipe, tenemos una buena muestra de que la filosofía política muchas veces debe plantearse los problemas políticos con una dosis menor de idealismo y una mayor de realismo y pragmatismo. Desde esta perspectiva pragmática y realista escribo en esta ocasión este artículo sobre la monarquía parlamentaria como el sistema político que debemos defender en la España de hoy día. Y estas son las razones que les ofrezco para la reflexión:
1. Los filósofos muchas veces pecamos de considerar el mundo desde una perspectiva puramente racional con lo que un amplio sector de la realidad se nos pasa desapercibido en nuestros análisis. Los seres humanos tenemos la capacidad (que precisamente nos hace humanos) de actuar siguiendo los dictados de nuestra razón. Pero no es menos cierto que tenemos una enorme cantidad de sentimientos e impulsos que no proceden de nuestra racionalidad que también nos constituyen. Los últimos estudios en psicología y neurología nos advierten de que la mayoría de las decisiones conscientes que tomamos han sido previamente decididas en zonas inconscientes de nuestros cerebros. Por tanto, a la hora de elegir pareja, de ser seguidores de un equipo de fútbol o de comprarnos un coche (eso lo saben muy bien los publicistas) no tomamos decisiones racionales, sino que racionalizamos a posteriori lo que nuestro inconsciente nos había dictado con anterioridad. Por otra parte, nos gustaría que todos los seres humanos fuesen racionales, así no tendría que haber policía, ni vigilantes en las tiendas, ni profesores vigilando exámenes, ni jueces, ni cárceles. Pero desgraciadamente no somos así. Somos fans de los colores de nuestro equipo, y devotos de esta o aquella religión, y decididos bebedores de esta y no de aquella marca de refrescos… y todo ello lo decidimos usando poco, si no nada, nuestra razón.
Pues bien, en el ámbito político también actuamos así. Quizá, si todos fuésemos puramente racionales, una república en la que pudiésemos elegir a nuestro jefe del Estado sería el modelo perfecto. Pero no somos así. Los símbolos (como la bandera, el himno nacional o la propia figura del monarca) nos imponen un respeto de índole no racional que hace que nos aglutinemos alrededor de ellos y actuemos como un único pueblo, otorgándoles a dichos símbolos cierto poder moral que nos sirve de guía en nuestros actos. Esta es mi primera razón para considerar que debemos conservar nuestra monarquía parlamentaria como símbolo que da estabilidad a la nación.
2. Los detractores de la monarquía suelen serlo porque consideran que dicha institución es heredera de un pasado autoritario y anti-democrático. Sin embargo, esta apreciación es fruto de un análisis muy superficial de dicha institución. Nadie hoy día, ni aun los más monárquicos, es partidario de la monarquía absoluta la cual, en todas sus formas, es inaceptable desde un punto de vista democrático. Pero la monarquía parlamentaria es algo muy distinto, compatible plenamente con la democracia. La monarquía parlamentaria no es un poder político, sino que los poderes políticos (ejecutivo, legislativo y judicial) son, o deberían ser, independientes. Además, en un estado de derecho como es el Estado español, la ley suprema es la Constitución y nadie debe estar situado por encima de la misma (ni aún la institución monárquica). Por otra parte, democrático no es simplemente aquello que votamos pues, de ser así, sólo sería democrática la elección del Parlamento y el Senado ya que en nada más participamos los ciudadanos directamente. La monarquía parlamentaria está sometida a la democracia pues depende de la máxima ley, la Constitución, que puede ser modificada por el Parlamento y este, a su vez, depende del pueblo. Si el Parlamento decidiese modificar la Constitución y cambiar aspectos que afecten a la Corona, estos aspectos se modificarían  con independencia de la voluntad del monarca. Por tanto, debe apoyarse la monarquía parlamentaria en tanto que institución democrática.
3. En las repúblicas un ciudadano es elegido por el pueblo para ser jefe del Estado por un período determinado. Esto es democrático y transparente, por supuesto. Y es, con seguridad, la opción más racional y la mejor. Pero, como dice el dicho popular, lo mejor es enemigo de lo bueno. Tenemos la desgracia de ver todos los días en los medios cómo nuestros dirigentes políticos de todos los signos son acusados de prevaricación, malversación de fondos, tráfico de influencias o cosas peores. Vemos también cómo ninguno de nuestros presidentes de gobierno sabía (ni sabe), por ejemplo, idiomas. La realidad no nos ofrece esperanzas ni, mucho menos, garantías de que un futuro presidente de la república fuese a ser mejor que los que ahora nos dirigen.
Por ello considero que, siendo cierto que la Corona debería mejorar en transparencia, una persona (como sería el Príncipe Felipe, por ejemplo) educada desde su más tierna infancia en diplomacia, leyes e idiomas y al que se le han inculcado los valores de la lealtad, la honestidad y el respeto por la democracia es en estos momentos históricos de nuestro país la mejor opción para representarnos en el exterior y en el interior (por aquello del respeto a los símbolos que dijimos antes).
4. Pese a todo lo dicho anteriormente, quizá tengamos que plantearnos que la monarquía que necesitamos no es exactamente la que tenemos. Don Juan Carlos ha hecho muchas y muy buenas cosas por nuestro país, es cierto, pero los últimos acontecimientos que nos han escandalizado en los telediarios nos hacen pensar que la institución, si queremos (y creemos que sería lo mejor) que se mantenga como base de la estructura de nuestro Estado, debería ser modificada en algunos aspectos fundamentales. Por ejemplo, el Rey debería ser responsable de sus actos y no irresponsable como hasta ahora; bajo ningún aspecto la Corona podría estar por encima de la Constitución; la transparencia de los actos y las cuentas de la Casa Real debería ser máxima; debería poderse abdicar o incluso, mediante vía parlamentaria, destituir a un monarca que incumpla gravemente sus obligaciones.
Si se hicieran modificaciones como estas, la institución monárquica ganaría en democracia y se adaptaría, sin dejar de existir, a los tiempos actuales. Lo cual, claro es, no podría hacerse sin modificar, a su vez, la Constitución. Pero no está España para experimentos. La crisis económica que nos ahoga es tan seria que lo último en que deberíamos pensar es en cambiar el sistema político de nuestro país. Necesitamos la monarquía, sí, pero necesitamos que sea más democrática y transparente.


martes, 28 de enero de 2014

Deducciones 2 Parte 2

Deducciones 2 Parte 1

LÓGICA PROPOSICIONAL IV: Deducción (1)

LÓGICA PROPOSICIONAL III: Tablas de Verdad (2)

LÓGICA PROPOSICIONAL III: Tablas de verdad (1)

LÓGICA PROPOSICIONAL III: Tablas de verdad (1)

Lógica Proposicional II Formalización

Lógica Proposicional I: Símbolos